enero 26, 2011

Pequeñas y grandes bodegas con encanto

En el post anterior hablaba sobre mi experiencia enoturística en Vega de Ribes . Hoy mientras escribía este mensaje, he recibido la llamada de unos amigos y expertos en vino, de escapada enológica en Somontano a los que había recomendado una visita a Sers una pequeña bodega propiedad de Pablo Canales en Cofita. Todavía en la bodega, me han llamado llenos de entusiasmo, no solo por el excelente sirah que habían descubierto sino por la experiencia vivida en esta pequeña bodega, junto a su propietario y alma mater. Han salido al viñedo, han compartido vinos, charla y merienda y han vuelto a Barcelona cargados de botellas y buenos recuerdos.

Terminaba el post anterior haciéndome algunas preguntas que recupero hoy ¿Porqué la visita a una pequeña empresa familiar puede resultar mucho más atractiva que pasar un día en un gran centro de enoturismo? ¿Una gran bodega puede aspirar a salir de la “industrialización” para ofrecer una verdadera experiencia de enoturismo? ¿Cuáles son los factores clave para conseguir el éxito en la comercialización de productos turísticos en torno al vino y la gastronomía?

Creo que respondí hace tiempo ya a algunos de estas preguntas en un postque escribí precisamente después de visitar la Bodega Muga en Rioja (Mirad que abrazo tan deseado –por mi--- me da Isaac Muga en la foto que acompaña el post). Intentando parametrizar las cosas, hablaba de cuatro elementos básicos para ponernos en el buen camino: Buenas condiciones de acogida + Pedagogía + Descubrimiento + toque personal del propietario o de la empresa. “C’est la touche”, que dicen los franceses y que asociamos a esa carga emocional que esa casa, esa bodega, ese restaurante o esa enoteca… y sólo esa, nos transmite y que la hace única, intransferible e inolvidable. Creo que del vino podríamos decir lo mismo ¿no os parece?

“La touche” no tiene nada que ver con el tamaño de la empresa, quizás tenga que ver con la calidad de las personas que dirigen esas empresas, de cómo saben traspasar el espíritu de la familia, la pasión por el trabajo, la honestidad por la tierra o cualquier otro valor que ellos quieran resaltar, a su producto y a su servicio.

Si somos capaces de trasmitir algo auténtico en nuestro servicio, de contar historias en nuestra visita y lo hacemos con pasión, sólo nos quedará lo más fácil y lo único que realmente se puede comprar con dinero. El vino y el enoturismo no son pues muy diferentes de la amistad: preferimos a los amigos que nos quieren desde el corazón y no desde la clase social o el posicionamiento profesional. ¡Claro que hoy hay tanta gente que ha perdido su corazón y ni siquiera se ha percatado de su ausencia!

(c) Alicia Estrada, 2011.

enero 25, 2011

El dulce encanto de la malvasía de Sitges

Hace unos meses, --¡voy tan lenta contando mis escapadas de enoturismo!-- tuve ocasión de visitar una pequeña bodega cerca de Sant Pere de Ribas; se trata de Vega de Ribes una finca familiar en la que desde hace 16 generaciones se elabora vino, desde el año 1540.

Hacía poco, había escrito para la revista Travel Magazine, un artículo sobre la la malvasia de sitges/, una variedad casi perdida que se había mantenido en la capital del Garraf gracias a la herencia de un prohombre que cedió al hospital de Sant Joan de Sitges sus bienes, a cambio de mantener el viñedo de malvasía. El hospital cumple año a año su cometido sacando al mercado unos pocos millares de botellas de dulce ambrosía. Algunos esquejes de estas viejas viñas han sido “adoptados” por viticultores locales que están haciendo el esfuerzo de recuperación de esta variedad local.

Era precisamente la malvasía de Vega de Ribes lo que me animó a visitar la “Casa pairal” de la familia Bartra i Roig, viticultores empeñados en la recuperación de esta variedad patrimonial. Me gustó mucho su malvasía, me encantó su espumoso de malvasía acompañado por una tarta de peras que había hecho la esposa de nuestro anfitrión. El espumoso resulta muy goloso en la boca, insinuando azúcares, pero las justas, y manteniendo una gran frescura que lo hace buen compañero tanto de aperitivos como de postres.

Pero hubo más cosas que me gustaron de Vega de Ribes. No podré decir para quien busca hacer enoturismo que se trata de una gran bodega, ni de un gran viñedo y seguro que los vinos siendo buenos, no son los mejores pero todo en esta casa rezuma honestidad y cariño por el trabajo bien hecho.

Me gustó mucho pasear con el propietario por su viñedo, compartir el orgullo de quien siente la tierra que cultiva como parte de su ADN, ver su entusiasmo y su respeto por la viña practicando una agricultura ecológica. Disfruté integrándome en la explotación agrícola, probando almendras que me ofreció, partiéndolas con una vieja piedra que parecía llevar 200 años esperando pacientemente que yo llegara para cumplir su misión o probando por vez primera en mi vida el dulce fruto de los algarrobos (Según me indicó un amigo al que a pesar de todo sigo queriendo, “Es una pasión que comparto con los caballos”)

¿Porqué la visita a una pequeña empresa familiar puede resultar mucho más atractiva que pasar un día en un gran centro de enoturismo? ¿Una gran bodega puede aspirar a salir de la “industrialización” para ofrecer una verdadera experiencia de enoturismo? ¿Cuáles son los factores clave para conseguir el éxito en enoturismo?

Seguimos mañana hablando de este tema, aunque me encantaría conocer vuestras opiniones al respecto.

(c) Alicia Estrada, 2011.
(c) Alicia Estrada